13 May

Libertad vs. pobreza

Libertad vs. pobreza

Amartya Sen, economista indio ganador del premio nobel de economía en 1998, un año después, en 1999, publica su libro “Development as Freedom”, en este expresa: “...el desarrollo puede concebirse (...) como un proceso de expansión de las libertades reales de las que disfrutan los individuos”.

La primera impresión que genera la lectura de esta frase tan poderosa, es que este libro habla de “liberalismo” o de “neoliberalismo”… pero no; Amartya Sen no está haciendo referencia al limitado “laissez faire, laissez passer” del liberalismo clásico, él distingue al menos cinco tipos de libertad:

  1. Libertades políticas, vale decir el ejercicio pleno de la democracia, la capacidad de “agencia” de las personas para influir en la vida política de su comunidad, su ciudad, su país, y particularmente en la toma de decisiones respecto al uso de los recursos públicos.
  2. Libertades económicas, que se refieren al ejercicio pleno del derecho de las personas a prosperar y disfrutar del fruto de su prosperidad, aspecto que Sen analiza siempre relacionado a la redistribución de la riqueza y al acceso a los servicios financieros.
  3. Oportunidades sociales, que no son otra cosa que el acceso a los servicios públicos con que dispone un estado para mejorar su capital humano, tal es el caso de servicios educativos.
  4. Garantías de transparencia, vale decir el acceso a y el aprovechamiento libre de la información por parte de las personas, así como el establecimiento de los mecanismos necesarios y suficientes para garantizar que las prácticas corruptas y fraudulentas de personas, empresas e instituciones se reduzcan en el tiempo hasta desaparecer.
  5. Seguridad protectora, que hace referencia al acceso a elementos de protección proporcionados por el conjunto de la sociedad a los grupos más vulnerables y menos favorecidos, ya sea de forma permanente a manera de subsidios, o de manera excepcional en casos de catástrofes.

Amartya Sen se aleja de la concepción clásica de desarrollo relacionado directa y casi exclusivamente al crecimiento del producto; recurriendo a Aristóteles –quien en la Ética a Nicómaco sostiene: “…la riqueza no puede ser un fin en sí mismo…”– considera que el crecimiento económico es un medio para llegar a la libertad, que es ante todo el fin principal del desarrollo (aquí se distingue el papel constitutivo de la libertad como desarrollo), pero además, junto al crecimiento económico, elemento importante de la libertad económica, deben incrementarse de manera paralela las otras libertades para alcanzar un verdadero desarrollo (este es el papel instrumental de la libertad en el desarrollo), de esta manera Sen concibe la libertad como un fin y como un medio.

A nivel internacional, el enfoque de desarrollo humano de la ONU ha sido (y es) fuertemente influenciado por el enfoque de Amartya Sen, especialmente en la concepción multidimensional de la pobreza, y –de manera contrastante, si se considera el desarrollo como un incremento de las libertades– en el entendimiento de la pobreza como el aumento de restricciones a la generación de capacidades.

Por otro lado, a partir del año 2005 con la Declaración de Paris, en la cual los países donantes de fondos destinados a la AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo) se cuestionan la eficacia de esta ayuda, puesto que a pesar de un flujo de recursos que promediaba por entonces los 120.000 millones de dólares anuales no se observaba efectos significativos en la disminución de la pobreza a nivel global (dicho sea de paso esta ayuda debería superar los 420.000 millones de dólares anuales, pero son pocos los países donantes que cumplen con el compromiso de destinar el 0,07% de su PIB a la AOD), 175 países, así como las principales IFIs (Instituciones Financieras Internacionales) del mundo se comprometen a incrementar las libertades con las que los países receptores de recursos de la AOD definen sus necesidades y metas de desarrollo, a través de los compromisos de “Apropiación”, “Alineación”, “Armonización”, y “Corresponsabilidad” que se plasman en dicha declaración, una posición diferente a las tradicionales “recetas” de desarrollo del FMI y del BID que en décadas pasadas tuvieron resultados nefastos al imponerse en varios países en vías de desarrollo.

Por lo tanto, en el panorama internacional se observa que, al menos nominalmente, existen señales tendientes a incrementar las libertades para que los países en vías de desarrollo puedan acelerar su paso hacia este tan ansiado fin; sin embargo, a nivel nacional, el centralismo representa un tremendo obstáculo para que los gobiernos subnacionales definan con libertad sus necesidades, su alternativas de solución, sus metas, implementen sus programas, incrementen sus capacidades y generen desarrollo local.

Cientos, hasta miles de millones de dólares provenientes de la ayuda internacional y de recursos propios (regalías e impuestos) se estancan en reparticiones del gobierno central, son devorados por los sistemas burocráticos en forma de gasto corriente administrativo, programas dependientes de ministerios y viceministerios dilapidan grandes cantidades de recursos sin generar efectos significativos a nivel departamental, provincial ni municipal, mucho menos a niveles sub-municipales (a nivel de ciudades o comunidades); muchos de estos recursos se revierten a sus fuentes de financiación por la poca capacidad de ejecución de estos programas y otros son tema de escándalos de corrupción.

Mención aparte merece la absolutamente nula capacidad de agencia por parte de los bolivianos en la toma de decisiones respecto al uso de los recursos públicos, mientras la población clama por mayor inversión en salud, educación, empleo, justicia, cultura, movilidad urbana, seguridad ciudadana, y una larga lista de etcéteras, los recursos se gastan en proyectos no concertados públicamente, tal el caso del museo de Orinoca, la llamada “Casa del Pueblo”, el satélite “Tupac Katari” entre muchos otros.

¿Cuánto le cuesta el centralismo a nuestro país? ¿cuántas de las cinco categorías de libertad que identifica Amartya Sen tenemos conquistadas los bolivianos? ¿en cuáles tenemos al menos algún avance y cuáles no hemos siquiera arrancado? ¿realmente podemos decir que nuestros índices de desarrollo han mejorado en los últimos trece años, o al contrario seguimos obnubilados por el espejismo neoliberal del crecimiento del PIB? ¿cuántos años de desarrollo hubiéramos adelantado con un uso más descentralizado de los recursos en la última década? son solamente algunas preguntas que se vienen a la cabeza, las respuestas surgirán de esfuerzos de investigación que por supuesto no vendrán de instancias estatales, porque es muy probable que no sean del pleno agrado de quienes actualmente administran nuestro país.

 

Marco Villarroel es economista, especialista en preparación, monitoreo y evaluación de programas y proyectos de impacto social.

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